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martes, 3 de febrero de 2015

Versos antiguos y saberes intemporales.


Es sorprendente y fascinante descubrir en versos escritos hace un milenio, cómo el hombre investiga el universo y desde qué lugar lo hace. En nuestro nuevo siglo, la razón es origen y motivo suficiente; antes tomaba más importancia lo sagrado y espiritual, y la razón era un medio para establecer conexiones entre el cosmos y la divinidad.

Los versos de Manilio desatan belleza, ciencia y espiritualidad, recorren el Universo conocido siempre redescubriéndose. De la construcción poética nace el deseo de compartir el conocimiento de la época de la forma más sublime. Y curiosamente, al igual que el sabio se esfuerza en estudiar su ciencia, Manilio lo hace en divulgarla en su canto.

Es bello en sí mismo, no solo por la forma, si no porque deja entrever cómo el hombre sabio entendía la naturaleza de las cosas, de la vida. Cómo el hecho físico y el espiritual cobraban el mismo significado tras los signos del cosmos divino. Lo sagrado cobra otro significado tras las palabras del poeta.

A continuación dejo un fragmento de la introducción al libro II del Astronomicón, obra del siglo I d.C. En el libro II Manilio deja atrás el origen del universo y la explicación de la naturaleza que nos rodea, cosmos y tierra para adentrarse en la cualidad del universo a través del zodiaco.

[…] Y no hay que buscar lejos las pruebas para creer: así es como el cielo templa los campos, así da y quita las distintas cosechas, así pone en movimiento el mar, lo mete en la tierra y lo retira de ella y este doble movimiento que agita al océano o bien es causado por la acción de la luna, o bien es estimulado por el alejamiento de la misma en dirección opuesta, o bien sigue a Febo* en su órbita anual; así como los animales sumergidos en los mares y encerrados en la cárcel de sus conchas adaptan su cuerpo al movimiento de la luna, e imitan su disminución, Delia*, y tu aumento; así también entregas tu rostro al carro de tu hermano y de nuevo se lo vuelves a pedir, y la parte que te deja o te concede es la que reflejas, dependiendo tu astro del suyo; en fin , así es cómo los rebaños y demás animales sin habla de la tierra, aun permaneciendo siempre en el desconocimiento de sí mismos y de las leyes, como la naturaleza los llama una y otra vez hacia el padre cielo, levantan si espíritu, observan la bóveda celeste y los astros, purifican sus cuerpos al salir los cuernos de la luna, prevén la proximidad de las tormentas y la vuelta del buen tiempo.

Tras estos hechos, ¿quién podrá dudar que el hombre tiene una conexión con el cielo? La naturaleza le dio algo sublime, el don de hablar, una amplia inteligencia y un espíritu alado, y a él únicamente desciende la divinidad, en él mora y se reconoce a sí misma. Prescinde de otras artes cuyo ejercicio le ha sido concedido, dones capaces de provocar la envidia y que son propios de nuestra condición. ¿Quién podría conocer el cielos si no es por un don del mismo cielo, y encontrar a dios si no es aquél que es parte él mismo de la divinidad? ¿Quién podría conocer y encerrar su estrecha mente en esta mole en forma de bóveda que se extiende sin fin, el movimiento ordenado de las constelaciones, la bóveda ígnea del cielo y la eterna lucha de los planetas en contra de los astros (y la tierra y el mar bajo el cielo y lo que está bajo ambos), si la naturaleza no hubiese dado a los espíritus una visión divina, si no hubieses dirigido hacia ella misma a la mente que tiene su mismo origen, si ella no hubiese impulsado una ciencia tan importante, y si no viniese del cielo lo que al cielo nos llama para un intercambio sagrado con la naturaleza, y para conocer las leyes primordiales que los astros imponen a los que están naciendo? ¿quién negaría que es un sacrilegio apoderarse del universo a su pesar y presentarlo a la tierra como si se le hubiese hecho prisionero?
Pero, para no probar con un largo rodeo verdades evidentes, la verdad por sí misma dará a este conocimiento peso y autoridad; la razón, en efecto, no es engañada ni engaña jamás. Como es debido hay que seguir el camino acreditado por razones verdaderas, y el suceso ocurrirá como ha sido antes predicho. ¿Quién se atrevería a negar lo que la Fortuna confirma?, o a contradecir el resultado de un destino tan decisivo? […]

*Febo: del Dios Apolo: el Sol
*Delia; de la Diosa Diana: la Luna

Fragmentos copiados del libro: Astrología. Autor: Manilio. Traductor: Francisco Calero


Os dejo un enlace a un comentario sobre la obra de Manilio astronomicón

No os dejo el de la wikipedia por ser de crítica escasa y sesgada. Tan solo ver el siguiente comentario denota la poca sensibilidad y objetividad del personal: "Trata del cielo, de los astros, de los signos del zodiaco, de las constelaciones extrazodiacales y, finalmente, de la existencia de Dios, a quien confunde con el universo."  
Yo me pregunto, ¿quiénes somos nosotros para juzgar esto?

lunes, 2 de febrero de 2015

Estudio lunar

Es la Luna, que refleja la cálida luz del Sol, un astro de cualidad fría y húmeda, aunque cerca del Sol tome parte de su calor. En la noche aparece envuelta en tinieblas, y hace parecer la Tierra un mundo de ensueño, con ligeras sombras plateadas. Y durante el día permanece velado su reflejo, por la presencia solar, cuya luz invade todo espacio abierto y lo calienta.
Es la Luna por tanto luminaria gracias a la energía Solar, es elemento activo de nuestra capacidad de "ver" en las tinieblas.
La Luna representa la flema, los líquidos acuosos del cuerpo, pero también el cerebro, por creer los antiguos que la flema se producía en la cabeza. Junto con Mercurio aporta significado a nuestra manera de comprender el mundo, a nuestra inteligencia.
Y en verdad es una luminaria importante si juzgamos la natividad, ya que acumula experiencias infantiles, caprichos y deseos atrapados en la mente no desarrollada. Es la mente consciente por lo tanto el Sol y la más nocturna e incomprendida la Luna.
De mujer salvaje, de rituales y fogatas nocturnas, de instintos animales e irracionalidades. Del mundo del subconsciente hablamos como dicen ahora los psicólogos, de nuestras experiencias maternales y familiares, crecemos dándo un sentido a la vida que no es nuestro, si no simple relfejo. Ahí es donde, si queremos, podemos poner luz distinta y comprensión consciente. Estamos hechos de Luna y a veces es más un impedimento que un puente a otros lugares.

Hay planetas que la acompañan y que modifican sus niñerías, nos hacen buscar esa seguridad, que fue encontrada en un momento ya olvidado. Nos impulsan, reservan, enloquecen, estimulan la mente, nos cortan las alas... cada planeta aporta una cualidad a ese sentir lunar y nos veremos creyéndonos dueños de nuestros actos, cuando somo esclavos de un pensar ya antiguo.
Estudiar la Luna es una oportunidad y hacerlo de la mano de los astros es necesario para fotografiar nuestro ritmo fisiológico además del emocional y el mental. Conocer los ritmos, danzar la vida con otras distinciones.